jueves, 10 de enero de 2013

En una función de cine.


Estaba frente a la taquilla, no sabía cuál elegir, “El imperio de la Reyna”, “Nuestro gran sueño”, “A su lado”. No sé por qué pero ya estaba en la sala 11, un buen tazón de palomitas que se desbordaban, un vaso que parecía de hielo y no de refresco y unos chocolates de esos de colores cegadores.
Los comerciales antes de la filme y de repente ya estaba en la tercer escena de la película, la verdad es que estaba pensando en el lugar que había dejado el coche porque casi lo olvido, en lo que estaría haciendo mi madre o en el fastidioso tipo que me limpiaría el vidrio en el regreso a casa.
La caja de palomitas ya solo contenía bolitas naranjas y compactas y el vaso un par de hielos, pero de pronto mi olfato se intensifico, venia de un lugar cercano, estaba dentro de la sala, por un momento pensé en más palomitas, pero ¡no!, era un aroma delicado, fino, suave, femenil.
Lo sentía, el viento lo llevaba a mí y ahí estaba bailando entre mi cuerpo, que la veo, era una bella mujer, de cabello oscuro y piel clara, perfecta combinación, de pantalón azul y un collar que le hacía insuperable composición. Y entonces el brillo de sus ojos me deslumbro y cuando me sonrió encontré la segunda cosa más bella de la vida, después de su cabello. Y ahí fue cuando ya sabía de lo que se trataba: la nueva incitación de mi destino.

Enamorarme de ella, yo lo presentía, recordé a mi antiguo amo y aunque no era igual, si muy parecido, aunque no era el mismo rostro, sentía aquel temblor que nacía en el corazón y retumbaba hasta el dedo meñique del pie, no era la misma mirada pero el nerviosismo se mudaba y se hacía presente en el sudor de mis manos.
Y es que la sensibilidad se anticipó y ya estaba sintiendo todo teniéndola tan lejos. Y entonces yo ya podía sentir sus besos, sus caricias y sus sonrisas que seducirían mis ganas de nunca dejarla ir.
118 minutos habían pasado ya, el soundtrack del final ya sonaba y las luces tenues se encendían, uno que otro de pie, otros con las manos apuntando al cielo y el chico de la gorrita ya estaba junto a la puerta de salida con su peculiar sonrisa y con el gracias después de cada función.  Y yo, yo ya estaba enamorado de la protagonista de la película. 

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